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Carnaval habanero, tardanza, censura y violencia

Las celebraciones del carnaval habanero duran apenas dos fines de semana y están bajo rigurosas medidas de seguridad. (14ymedio)
Marcelo Hernández

17 de agosto 2017 - 20:47

La Habana/Decenas de jóvenes sudan copiosamente aunque no llevan todavía la indumentaria de vuelos y colores chillones. Participan en los últimos ensayos para la comparsa los Guaracheros de Regla, que se presenta en unos carnavales habaneros aplazados en su calendario y deslucidos por la falta de recursos.

Pan con lechón, cerveza y nostalgia son los componentes indisolubles de los festejos capitalinos, que se celebrarán este año entre el 18 y el 27 de agosto. La fecha de inicio ha variado tanto que es difícil encontrar a un habanero que pueda responder cuándo comienzan estas fiestas populares, que se han movido por el almanaque desde febrero hasta llegar al caluroso mes estival.

Las tantas interrupciones y cambios que sufrió el carnaval en las últimas décadas han contribuido a esa pérdida de protagonismo. En 1969, el Gobierno de Fidel Castro decretó suspenderlo para que la población habanera se concentrara en "el esfuerzo decisivo" de producir diez millones de toneladas de azúcar, una meta que nunca se alcanzó.

Este año la policía ha advertido a toda la ciudadanía sobre la ilegalidad de portar armas blancas o de fuego, y no solo a sus "poseedores legales", como en ediciones anteriores

El Período Especial, en los años noventa, también hizo mella en esta tradición con interrupciones, remiendos y la marginalización de sus espacios. La mala calidad de las ofertas gastronómicas y artísticas terminaron por hundirlo en las preferencias recreativas del verano.

Este año, las celebraciones en el litoral de la ciudad duran apenas dos fines de semana y están bajo rigurosas medidas de seguridad. Al contrario que en ediciones anteriores, en las que la Dirección General de la Policía Nacional Revolucionaria ha prohibido portar armas blancas o de fuego solo a los "poseedores legales", en esta ocasión el aviso de la policía obvia ese matiz y extiende la advertencia a toda la población.

"Nos enteramos de que hay carnavales no porque anunciaron la fiesta sino porque anunciaron las prohibiciones", se queja Walterio González, vecino de la calle Vapor a pocos metros del Malecón Habanero. El hombre, de 78 años, asegura que las más importantes festividades de la ciudad "han caído en desgracia". Una sensación que se extiende entre muchos residentes.

No se ha notado un especial entusiasmo para comprar las más de 7.000 capacidades en gradas y palcos que desde hace varios días están a la venta en los cines Payret, Alameda, Ambassador y Cinecito. "Estamos vendiendo entre 60 y 80 entradas por día, casi la mitad que el año pasado", cuenta a 14ymedio una empleada del Payret que prefirió el anonimato.

No se ha notado un especial entusiasmo para comprar las más de 7.000 capacidades en gradas y palcos que desde hace varios días están a la venta

Para paliar la baja audiencia el Centro de Promoción de Apoyo al Carnaval comercializará ya comenzados los festejos, desde La Piragua y hasta calle Marina, las papeletas que queden. Los turoperadores turísticos ven en eso un filón y proponen a sus clientes combos de comida, recorrido y un lugar privilegiado para ver las comparsas.

Georgina Cortez, directora del Centro Provincial de Apoyo al Carnaval, explicó que el desfile incluirá 14 comparsas y 18 carrozas en seis jornadas de carnaval. Más de 80 quioscos venderán alimentos y como novedad, los festejos se extenderán a ochos municipios capitalinos en parques o plazas de Boyeros, Cotorro, San Miguel del Padrón, La Habana del Este, Cerro, Guanabacoa, La Lisa, Arroyo Naranjo y 10 de Octubre.

El aumento de visitantes extranjeros está funcionando como acicate para muchos que trabajan vinculados a la organización de los carnavales. Carlos Gómez es utilero y ayuda en la preparación de algunas de las tarimas de conciertos y presentaciones. Su sueño es que llegue algún productor de Estados Unidos y les contrate para montar este evento en Las Vegas. "A pesar del deterioro aquí queda algo vivo todavía", dice en referencia a los bailes que improvisa el público tras las comparsas.

No obstante, los padres aconsejan a sus hijos jóvenes que no se acerquen al área de kioscos donde las peleas son frecuentes y "ganarse una puñalada es fácil", se queja Walterio. Las festividades que una vez atrajeron a familias enteras, incluidos niños, se han convertido en territorio de adultos dispuestos a "salirle al paso" a cualquier provocación, cuenta el jubilado.

Más allá de los errores organizativos y la violencia, el carnaval habanero ha sido dañado por la variedad de opciones que ha abierto el sector por cuenta propia

Los médicos que están de guardia en los hospitales más cercanos saben que esas noches la sangre correrá en abundancia. El año pasado, cuando trabajaba como enfermero en el Calixto García, Randy vio la llegada de tres jóvenes de entre 20 y 25 años que tuvieron que ser intervenidos quirúrgicamente de urgencia. Venían del carnaval.

"Esos días nadie quiere trabajar y los doctores se rifan las guardias porque saben que tendrán que pasarse las madrugadas cosiendo cabezas partidas, navajazos y punzonazos", asegura. Lo peor para este joven es que "junto al herido llegan los amigos o los familiares también borrachos y entonces el campo de batalla se traslada para las salas de urgencias".

Sin embargo, más allá de los errores organizativos y la violencia, el carnaval habanero ha sido dañado por la variedad de opciones que ha abierto el sector por cuenta propia. "Antes, para poder comerte un pollo asado o tomar una cerveza cerca del mar había que esperar obligatoriamente a que llegaran los carnavales, pero ahora las paladares y las cafeterías privadas han cambiado eso", reconoce Randy.

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