Denuncian que el Gobierno cubano oculta la verdad sobre la gravedad de la epidemia

Cuba

El ministro de Salud Pública intentó tranquilizar a los habitantes de Matanzas pero el periódico ‘Girón’ reconoció que la provincia “sí está complicada”

Fumigación en una vivienda de Matanzas.
Fumigación en una vivienda de Matanzas. / Girón
Olea Gallardo

10 de octubre 2025 - 17:01

La Habana/La movilización generalizada que, ahora sí, está emprendiendo el régimen para “higienizar” las calles y así combatir las arbovirosis extendidas por todo el país llega tarde y, sobre todo, coge a los cubanos muy cansados. Mientras el oficialismo da publicidad a los “grupos temporales de enfrentamiento” organizados no solamente en La Habana y Matanzas, sino en otras provincias como Villa Clara o Ciego de Ávila, se multiplican los testimonios sobre una situación sanitaria más que preocupante.

Hasta San Miguel del Padrón, frontera con el municipio de Cotorro, en La Habana, donde hace semanas que la fiebre y los malestares de diversa índole tienen tumbados a muchos de sus habitantes, llegaron hace unos días “representantes” de Salud Pública para tratar “el tema epidemiológico”. Estos ordenaron a la población reunida “hay que volver a usar el nasobuco”, ante lo que los presentes se insubordinaron: “Mascarillas ya no venden en ningún lugar y además no tenemos con qué comprarlas, apenas tenemos dinero para comer”.

También en La Habana, este viernes, el Centro Loyola anunció que cerraba sus puertas por “la presencia de varios colaboradores y niños con dengue, hepatitis y otras enfermedades”, hasta el próximo viernes, 17 de octubre. La mención a varios padecimientos no es en vano: en realidad, la gente sigue sin saber qué tiene exactamente.

Pedro, un habanero del municipio de Diez de Octubre, cayó enfermo, y cuenta preocupado a 14ymedio el caso de una sobrina, embarazada, que empezó a sentirse mal “con el virus que anda por ahí” y acabó ingresada en el hospital materno Hijas de Galicia. “Por fin, ¿qué es lo que tenemos? ¿Cómo lo combatimos?”, refiere que le preguntó a la muchacha, esperando que los doctores le hubieran dado un diagnóstico. Ella le echó abajo las esperanzas: “Pipo, te puedo decir que los médicos no saben qué cosa es”.

“No hay muertos en Matanzas por esta enfermedad. Ni hay casos graves ni hay casos críticos ni hay fallecidos”, aseveró el ministro de Salud Pública

El miércoles, el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda, intentó tranquilizar a los habitantes de Matanzas –donde más duramente se está cebando la epidemia y de donde surgieron las primeras voces de alerta a la prensa independiente–, precisamente diciendo que las enfermedades de dengue y chikungunya que circulan en la provincia “ni son nuevas, ni son raras, ni son desconocidas”. De igual manera desmintió contundentemente que hubiera fallecidos por esas causas.

“No hay muertos en Matanzas por esta enfermedad. Ni hay casos graves ni hay casos críticos ni hay fallecidos por esta enfermedad. Nadie puede esconder una epidemia ni los muertos”, aseveró, conminando a “transmitirle a la gente que no dejamos de saber que tenemos problemas, pero que estamos haciendo todo por salvarle la vida”. 

Este viernes, Girón matizaba la contundencia del ministro sin decirlo, al reconocer entre líneas que la provincia “sí está complicada”. “Matanzas no posee el nivel de bazucas necesarias para fumigar de manera intensiva en cada área de salud, por lo cual se creó una brigada municipal”, dice la nota. “Cada centro de salud contará con dicho equipo para bloquear a los casos febriles y el resto se dirigirá a las áreas de mayor complejidad”.

El periódico provincial indicaba también que en los hospitales se “articulan estrategias ante tanta demanda de sus servicios, y multiplican camas”, sin detallar nada más. Este jueves, 14ymedio confirmó que los albergues de la Universidad de Ciencias Médicas de Matanzas han sido desalojados y reconvertidos en un hospital improvisado, ante el desbordamiento de las clínicas.

Al ministro no solo lo contradicen testimonios llegados a este diario independiente, sino voces poco sospechosas de desafectas, como la periodista de Radio Varadero Yirmara Torres Hernández. En un post publicado en su muro de Facebook, la comunicadora reportaba la muerte de la abuela de un amigo de su hijo, de 76 años. Al preguntarle la causa, él le dijo: “Ella estaba operada de algo del estómago, pero cogió el chikungunya y se murió”.

Torres Hernandez confiesa a continuación que hace tiempo ya supo de fallecidos por chikungunya, cuando escribió de su experiencia tras pasar la enfermedad y alertar de “lo que estaba pasando en Matanzas” y “sobre lo que podía suceder si no se hacía nada”.

“En ese texto yo decía que no me constaba que hubiera muertes, aunque ya sabía de personas que estaban muriendo, no por el virus, sino porque se complicaban con otra enfermedad de base”, refiere. “Varias personas me escribieron entonces por interno para contarme de sus muertos”. Una de ellas, una ex profesora suya de universidad cuya abuela había perdido a su esposo por “uno de esos virus”: había durado un día ingresado en el hospital Faustino Pérez.

A su publicación, adjuntaba el texto de su ex profesora, que se lamentaba amargamente de la situación que se vive diariamente y que puede complicar esos padecimientos: “Es verdad que el chikungunya no mata. Inhabilita y ‘destimbala’, pero no mata. Lo que pasa es que estamos desprotegidos para enfrentar esta y cualquier otra enfermedad, porque no tenemos electricidad, ni agua, ni acceso a medicamentos, ni a alimentos. Lo que pasa es que vivimos en un estrés constante, que estamos mal alimentados, inmunodeprimidos. Lo que pasa es que la insalubridad corroe las ciudades y las viviendas. Lo que pasa es que no se chapea, que hay que guardar agua en lo que sea y que fuera de La Habana vivimos en una oscuridad permanente. Las noches son de los mosquitos, las ratas, las cucarachas... ¿Qué control antivectorial va a haber así?”.

Y denunciaba: “No hay muertos, pero los hay. Eso lo saben muchas familias, vecinos y lo saben los médicos y los políticos que no han perdido su humanidad"

Y denunciaba: “No hay muertos, pero los hay. Eso lo saben muchas familias, vecinos y lo saben los médicos y los políticos que no han perdido su humanidad. No tienen la más mínima idea de lo que se está viviendo en Cuba. Cada día hay más demostraciones de desconexión total. Respeto para el pueblo, solo un poco de respeto”.

El post de Torres Hernández se llenó enseguida de comentarios que abundaban en la confirmación de fallecimientos. “El chikungunya no suele aparecer como causa directa en los certificados de defunción”, explicaba la ingeniera Yulieta Hernández Díaz. “Pero en personas con enfermedades crónicas, en menores de edad y en adultos mayores, puede generar complicaciones que derivan en desenlaces fatales. En ausencia de medicamentos para tratar hipertensión, diabetes, infecciones, el virus actúa como desencadenante”.

Nubia Álvarez, por su parte, narra la muerte de su padre, que pese a tener 82 años y ser hipertenso, “estaba fuerte, ágil y bien alimentado”. El pasado 19 de septiembre, “amaneció con mucho dolor en las piernas, en minutos comenzó la fiebre, en la tarde ya no podía caminar, tuvimos casi que cargarlo”, cuenta. “Lo hidratamos, bajamos su fiebre, los pies se engarrotaron, el lunes se nos desmayó, le pusimos suero y para el hospital”. Allí, el hombre empezó a delirar, fue ingresado en terapia intensiva dos días después y, el siguiente viernes, murió. 

“En el barrio falleció una vecina, una señora mayor, bien cuidada por su familia. También murió Tata, la tía de un querido amigo. En mi cuadra estamos todos enfermos”, indicaba Amarilys Ribot.

Los usuarios también multiplicaban sus críticas al Gobierno, principalmente por la ocultación de información. “Intentan evitar a toda costa que el paupérrimo turismo que hay sea aún peor”, estimaba Ariel Casañas que recordaba que el polo hotelero de Varadero está en Matanzas.

Otros comentaristas aluden a que un panorama parecido, de silencio y escatimación de datos, ocurrió durante la pandemia de covid-19

Otros comentaristas aluden a que un panorama parecido, de silencio y escatimación de datos, ocurrió durante la pandemia de covid-19. Dairon Alberto Jiménez expresaba, con resignación: “Qué triste es ver y sentir que nos traten como cifras, que nos traten como mercancía averiada, que nos traten como idiotas”.

Por su parte, el diseñador Darel Rochiel Robinson, a quien se le enfermó su madre, daba fe de que “desde hace semanas, el dengue y el chikungunya están circulando cada vez con más fuerza”. Y conminaba: “Esto no es solo una historia personal. Es una señal de colapso. Un sistema de salud que no responde, una epidemia que avanza sin control, y una población que se enferma en silencio. No hay estadísticas públicas, ni mapas de riesgo, ni atención diferenciada. Solo cuerpos vulnerables y una incertidumbre que se instala en cada casa. Urge hablar de esto. Urge visibilizar lo que está pasando. Porque el silencio también enferma”.

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