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Con la subida de precios y la devaluación del peso llegan a Cuba las máquinas contadoras de billetes

Los turistas, sorprendidos por el desajuste entre los gastos y la montaña de billetes que reciben en las casas de cambio

La contadora en su caja, con los “dientes” relucientes y los botones nuevos, cuesta más que una de uso, robada o reciclada de algún banco. (Facebook/Máquinas contadoras de dinero)
14ymedio

10 de marzo 2023 - 21:13

La Habana/Pablo, un empresario mexicano invitado al Festival del Habano en Cuba, pagó muy cara la novatada de viajar por primera vez a la Isla. Listo para una semana de lujos, comida criolla y el mejor tabaco del mundo, artilló su billetera con más de 2.000 dólares y subió al avión. Cuando llegó a La Habana buscó la casa de cambio del aeropuerto, entregó todos sus billetes y le devolvieron fajos y más fajos de pesos. A su bolsillo aún le duele el golpe.

"Para llevármelo todo hizo falta una bolsa", cuenta a 14ymedio, evocando con agobio su "aventura" cubana. Pablo viajó a la Isla con tres amigos y se hospedó en un hostal que, por suerte, había reservado desde México.

Hambrientos, salieron en busca de alguno de las paladares de La Habana Vieja y constataron que el desajuste entre la "montaña de billetes" que les habían dado en la terminal aérea y los precios del restaurante era para asustarse. "Al pedir la cuenta y sacar un paquete de dinero", relata, "el camarero alzó las cejas y volvió con una máquina contadora".

"Al pedir la cuenta y sacar un paquete de dinero", relata, "el camarero alzó las cejas y volvió con una máquina contadora"

Las máquinas contadoras de billetes se han convertido en una herramienta cada vez más popular en Cuba para sorpresa de los turistas. "Las ofertas no faltan", les contó la propietaria del hostal a su regreso.

El aumento de los precios, unido al bajo valor que tiene el peso cubano y a la escasa circulación de billetes de alta denominación han contribuido a la popularidad de estas máquinas, que se ofertan en los anuncios de compra venta online de la Isla.

"Máquina de contar billetes a 260 dólares, con rayos ultravioletas y detector de dinero falso", promete un anuncio con tono futurista. "Máquina nueva, en su caja, la estrena usted", garantiza otro, que acompaña la oferta con un video del flamante equipo.

El rostro de Calixto García o de Carlos Manuel de Céspedes corre rápidamente por el mecanismo contador, las ruedas emiten un ruido limpio, eficiente, y en la pantalla aparece un número. "No falla nunca", asegura uno de los vendedores.

Algunos, más hábiles, no fijan el precio sino que buscan los ángulos más atractivos para fotografiar el aparato. La contadora en su caja, con los "dientes" relucientes y los botones nuevos, cuesta más que una de uso, robada o reciclada de algún banco. Cada operación en Cuba exige una gran cantidad de efectivo, otra de las consecuencias del escaso uso de las tarjetas de crédito y otro tipo de pagos virtuales en la Isla. "Compro ocho máquinas de las grandes, pago hasta 200 dólares por cada una, no más", expone un acaudalado cuentapropista.

La inflación ha dado al traste con la ilusión de los turistas que, como Pablo, esperan vivir un turismo de lujo con una modesta cantidad de dinero y ahora deben adaptar su viaje a un modelo low cost. El mexicano y sus amigos pudieron comprar muy pocos puros en el Festival del Habano, al cual acudió ya a disgusto y malhumorado.

. El mexicano y sus amigos pudieron comprar muy pocos puros en el Festival del Habano, al cual acudió ya a disgusto y malhumorado

"El ambiente me pareció enrarecido", dice, recordando cómo los dirigentes, de traje y guayabera, se pavoneaban por el Palacio de las Convenciones con gruesos tabacos en la boca y acompañados por su escolta.

"La noche de la clausura fue lo peor, porque asistieron el presidente Díaz-Canel y muchos otros gobernantes, todos bien vestidos", afirma. El colmo fue la escandalosa subasta de humidores –las cajas de cedro para guardar los habanos–, uno de ellos firmado por el mandatario, que le costó al comprador nada menos que 4,2 millones de dólares. "O eso dicen", duda Pablo, que sospecha que hubo algo raro en aquella transacción y que el "millonario chino o ruso" que adquirió el mueble ni siquiera existe. "Tiene que ser otra trampa", zanja, escarmentado por la estafa en el aeropuerto.

Volvió a México como alma en pena y sin poder apartar de su cabeza el molesto ruido de las máquinas contadoras "en cada restaurante". "Mis amigos y yo hemos decidido cambiar los puros que compramos y buscar otros que no sean cubanos", asegura, "Va a ser duro, pero lo que vimos allí nos dejó asqueados. Como dice la canción: no vuelvo más".

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