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La imborrable homofobia del castrismo

El comisario Luis Pavón asumió el rol de chivo expiatorio para que Fidel Castro saliera "limpio" de la represión a los homosexuales en el Quinquenio Gris

Detalle de 'Isla 70' (1970), del pintor cubano Raúl Martínez, una defensa velada de la libertad sexual en la Cuba castrista. (Museo Nacional de Bellas Artes)
Yunior García Aguilera

22 de noviembre 2022 - 16:18

Madrid/En el año 2010, en entrevista concedida al periódico mexicano La Jornada, Fidel Castro admitía por primera vez su responsabilidad por la persecución que sufrieron los homosexuales en Cuba. Primero pidió a la periodista tiempo para recordar, como si el suceso fuese demasiado lejano y borroso. Luego, entre derivaciones y titubeos, intercaló una hábil frase para que sus lectores pudiesen inferir que la culpa podría no ser realmente suya.

Dijo así: "¡Una gran injusticia! La haya hecho quien sea. Si fuimos nosotros, nosotros... Estoy tratando de delimitar mi responsabilidad en todo esto porque, desde luego, personalmente yo no tengo ese tipo de prejuicios".

Cualquiera que esté familiarizado con la nefasta historia de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (Umap) podría notar su cinismo, sobre todo cuando se justificaba diciendo: "Es cierto que en esos momentos no me podía ocupar de ese asunto... Me encontraba inmerso, principalmente, en la Crisis de Octubre, en la guerra, en las cuestiones políticas".

Doce años después, Miguel Barnet intentaba hacer malabares para exculparlo totalmente. El viejo poeta afirmaba no entender la razón por la cual Fidel había asumido esa culpa, "cuando él no tenía esa responsabilidad". Entonces aprovechó para colmarlo de elogios, calificando su comportamiento como "honesto y valiente".

Doce años después, Miguel Barnet intentaba hacer malabares para exculparlo totalmente. El viejo poeta afirmaba no entender la razón por la cual Fidel había asumido esa culpa

Para colmo, el pasado 12 de noviembre en un podcast de Cubadebate, volverían a intentar lavar el rostro del fallecido dictador, para borrar toda posible mancha homofóbica. Abel Prieto aseguraba que el Quinquenio Gris, con la parametración incluida, era una traición, una distorsión oportunista del espíritu de Palabras a los intelectuales, y exaltaba la convocatoria "ecuménica" de Fidel.

O todos ellos, de pronto, sufren de una brutal amnesia, o son unos sinvergüenzas. El propio Departamento de Versiones Taquigráficas del Gobierno Revolucionario tiene publicado íntegramente el infame discurso que Fidel Castro pronunciara, frente a la escalinata de La Universidad de La Habana, apenas dos años después de sus Palabras a los intelectuales.

Aquel 13 de marzo de 1963, ante una muchachada eufórica que no paraba de reír, aplaudir y gritar "paredón", Fidel se dio el gusto de mostrar quién era verdaderamente. Allí se sentía mucho más cómodo que en el sitio donde había dictado el dogma que regiría la política cultural. En la Biblioteca había admitido sentirse un poco perdido, aburrido quizás, ante discusiones que no comprendía. El barbudo de 35 años, sin ningún tipo de interés por el canto o el baile, parafraseó allí una vieja frase de Mussolini para adaptarla a su revolución. Lo terrible es que esa fórmula sería utilizada en lo sucesivo para desatar todo tipo de crímenes contra la dignidad humana.

Por si a alguien le había quedado alguna duda sobre a qué se refería Fidel Castro con aquello de los "incorregiblemente contrarrevolucionarios", bastaba con estar presente dos años después frente a la escalinata. El exaltado comandante dio rienda suelta a su sed de sangre cada vez que pronunciaba, bajo ovaciones, la frase "pena capital" contra una larga lista de personas a las que llamaba "subproductos".

Alguien en el público quiso hacer un aporte, gritando: "los flojos de pierna, los homosexuales". Y al barbudo le brillaron los ojitos

De pronto, alguien en el público quiso hacer un aporte, gritando: "los flojos de pierna, los homosexuales". Y al barbudo le brillaron los ojitos. Fue entonces cuando vomitó una de las peores frases que haya dicho algún dictador, durante la segunda mitad del siglo XX.

Sus palabras textuales, entre risas, fueron las siguientes: "Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos, algunos de ellos con una guitarrita, en actitudes elvispreslianas, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre. Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución, con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones. La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones".

Cada vez que se habla del Quinquenio Gris, la parametración o las Umap, los comisarios culturales buscan echar todas las culpas sobre Luis Pavón, el funcionario que dirigía el Consejo Nacional de Cultura en aquellos tiempos. Pero basta con leer otro fragmento del discurso de Fidel Castro, para comprender de forma clara que Pavón no es más que un chivo expiatorio. Decía el homófobo comandante: "Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia [risas], pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto". Y luego remató: "Entonces, consideramos que nuestra agricultura necesita brazos".

Nada más que agregar.

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