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Pavel Torres lleva 10 meses detenido sin juicio en Matanzas por sus denuncias contra el régimen

Presos políticos

“Esto ya dejó de ser justicia; es un castigo ejemplarizante”, lamenta su hermano, teniente coronel en las FAR

Pavel Torres, en una imagen compartida en sus redes sociales. / Facebook
Pablo Padilla Cruz

22 de agosto 2025 - 10:40

Matanzas/“Tiene que acompañarnos”. Con esa frase seca, un oficial de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) detuvo a Pavel Torres Rodríguez, vecino del barrio de Versalles, en Matanzas. Lo esposaron y lo subieron a una patrulla que, en vez de dirigirse a la estación de Playa, tomó rumbo al norte. Su familia se alarmó. El destino era el temido Técnico de la Seguridad del Estado provincial, señalado como uno de los lugares donde más se violan los derechos humanos en Cuba.

La causa de su arresto era, simplemente, hablar sin miedo. Pavel criticaba abiertamente la situación económica del país y el desempeño de los dirigentes, a los que acusaba de haberse olvidado del pueblo. No se privaba de tratarlos de "ladrones" en sus publicaciones.

“Se lo llevaron la noche del 11 de octubre de 2024”, relata su madre, Margarita Rodríguez. “Había llovido, se había ido la luz y estábamos en el portal de la casa. Pavel entró maldiciendo por el apagón y soltó una barbaridad, de esas que a cualquiera se le escapan. En menos de diez minutos ya estaba la patrulla en la puerta. El resto ya es historia: dos semanas en el Técnico y desde entonces en el Combinado del Sur”.

La instrucción penal, denuncia la familia, intentó que firmara documentos sin su abogado presente

La instrucción penal, denuncia la familia, intentó que firmara documentos sin su abogado presente. Peor aún, los papeles de su causa desaparecieron. “Ni los agentes de la Seguridad del Estado los tienen, ni aparecen en la Fiscalía”, dice su madre. El teléfono móvil de Pavel tampoco ha sido devuelto. La Policía alega que el caso sigue abierto, aunque no puede cerrarse sin expediente.

La legislación cubana fija un tiempo máximo de detención preventiva de entre tres y seis meses, y excepcionalmente hasta 250 días. Pavel ya lleva más de diez meses preso sin que se le celebre juicio.

El mayor temor de su madre es la salud de su hijo. Pavel trabajaba en una guarapera del barrio y era aficionado a la pesca submarina, pero hace dos años sufrió un infarto que le dejó secuelas. “Temo por él –confiesa Margarita–, porque he oído rumores de presos que han muerto en el Combinado del Sur. Yo ya perdí a una hija después del covid-19, no resistiría perder otro hijo más”.

Actualmente, Pavel se encuentra en el destacamento dos, cubículo 6, en espera de juicio. Su causa está registrada como “propaganda contra el orden constitucional”, un delito que conlleva sanciones de tres a ocho años de prisión.

Un ex recluso que compartió con él en el penal recuerda la solidaridad de Torres. “Lo conozco hace más de 15 años. Siempre fue humilde y dispuesto a ayudar. En prisión nos comunicábamos golpeando paredes o con un ‘tilín’, una cuerda hecha de saco, para pasarnos cartas y alimentos, a riesgo de ir a la celda de castigo. Una vez me pidió una Biblia y se la lancé junto con unas galletas en una jaba. Esa misma tarde me liberaron”.

La comunicación irregular desde prisión es otro signo de las anomalías en el caso. Según su hermano –teniente coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias–, varios amigos recibieron llamadas desde el número de Pavel, a pesar de que la línea telefónica estaba oficialmente confiscada. La familia intentó cancelarla en Etecsa, pero no les fue permitido.

"Yo tengo una ideología distinta a la de mi hermano, pero no puedo cerrar los ojos"

“Yo tengo una ideología distinta a la de mi hermano, pero no puedo cerrar los ojos. Su caso está lleno de irregularidades, ya se pasó el tiempo para un juicio y no hemos visto avances”, afirma el militar, que admite la tensión que vive la familia. “Mi madre está en estado de puro nervio. Creo que lo están usando como ejemplo frente a los vecinos, sin importar el daño que nos hacen”.

Pavel cumplió 46 años de edad en prisión el pasado 20 de agosto. Durante la visita familiar del día anterior expresó su incertidumbre por no tener fecha de juicio y mencionó la posibilidad de plantarse en huelga de hambre y sed, pese a su frágil condición física.

En el penal, además, enfrenta una plaga de chinches que agrava la vida de los reclusos. “En las noches lo domina el desánimo”, dice su familia. Sin embargo, su fe cristiana y su convicción de tener “la conciencia limpia” lo sostienen. “Los barrotes no pueden encerrar la dignidad ni las ideas cuando son justas”, asegura.

Pavel nunca militó en organizaciones opositoras en Matanzas, aunque simpatizaba con Somos+ y con la Unpacu (Unión Patriótica de Cuba). Lo describen como un hombre frontal, sin filtros, de carácter sanguíneo y siempre riéndose. En su barrio, la guarapera donde trabajaba era un punto de encuentro. Su casa, ubicada detrás del servicentro y a media cuadra del Comité Provincial del Partido, se convirtió en escenario de discusiones políticas a viva voz.

En Facebook, mantenía varios perfiles a su nombre desde los cuales publicaba comentarios muy duros contra el régimen y pedía libertad para los manifestantes del 11 de julio de 2021. Ese día, recuerdan, su madre y su hermano tuvieron que sujetarlo en la azotea de la casa para que no siguiera gritando consignas contra el Gobierno.

Hoy, tras casi un año de detención preventiva, su familia reclama que se respete el debido proceso. Su madre, devastada, teme que la espera interminable se convierta en una condena encubierta. Su hermano, aunque con diferencias políticas, coincide: “Esto ya dejó de ser justicia; es un castigo ejemplarizante”.

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