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Aumentan a 170 los muertos en el doble atentado en el aeropuerto de Kabul

La llegada a EE UU de los refugiados afganos: cansancio, llantos y esperanza

Los refugiados andan rápido por el aeropuerto mientras un funcionario del Departamento de Estado de EE UU les hace señas. (EFE)
EFE/ Beatriz Pascual Macías

27 de agosto 2021 - 10:30

Kabul/ Washington/(EFE).- Al menos 170 personas murieron y otras 150 resultaron heridas en el doble atentado suicida perpetrado el jueves por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en el aeropuerto de Kabul, según el último recuento de víctimas divulgado este viernes.

Solo el hospital Wazir Akbar Khan de la capital afgana ha recibido 145 cuerpos sin vida tras el atentado en el aeropuerto de la capital y medio centenar recibe atención con heridas graves, afirmaron este viernes a Efe fuentes sanitarias.

Otros 16 fallecidos se contabilizaron en el hospital de la ONG italiana Emergency en Kabul, mientras que en ese centro unos 40 pacientes fueron ingresados también con lesiones por la explosión, según la misma fuente.

Sin embargo el número total de víctimas del atentado continúa siendo incierto, al no haber un recuento oficial.

La fuente no aclaró si entre las víctimas se encuentran los 13 soldados estadounidenses muertos y los otros 18 heridos en el doble atentado de ayer en las cercanías del aeropuerto, por lo que la cifra de víctimas mortales podría ascender a más de un centenar.

El doble ataque suicida ocurrió después de días en los que los gobiernos de varios países habían alertado de la posibilidad de atentados en el aeropuerto, donde miles de personas trataban de acceder a alguno de los vuelos de evacuación

El doble ataque suicida ocurrió ayer después de días en los que los gobiernos de varios países habían alertado de la posibilidad de atentados en el aeropuerto, donde miles de personas trataban entre empujones de acceder a alguno de los vuelos de evacuación desde la toma de la capital afgana por los talibanes el pasado 15 de agosto.

Las explosiones tuvieron lugar a media tarde, y pronto se divulgaron en las redes sociales imágenes de decenas de cuerpos ensangrentados y mutilados en un canal con agua situado en la periferia del aeródromo, donde muchos civiles llevaban días intentando que las fuerzas de seguridad se apiadasen de ellos y les permitieran entrar.

Horas más tarde, la rama afgana del grupo yihadista Estado Islámico (EI) reivindicó el ataque, aunque solo se hizo eco de una de las explosiones, perpetrada por uno de sus combatientes, que logró pasar inadvertido a través de los controles de seguridad "de las fuerzas estadounidenses y de la milicia talibán alrededor de la capital".

El principal portavoz talibán, Zabihulla Mujahid, condenó "enérgicamente el ataque a civiles en el aeropuerto de Kabul, que tuvo lugar en una zona donde las fuerzas estadounidenses son responsables de la seguridad"

El principal portavoz talibán, Zabihulla Mujahid, condenó "enérgicamente el ataque a civiles en el aeropuerto de Kabul, que tuvo lugar en una zona donde las fuerzas estadounidenses son responsables de la seguridad". Se trata del primer ataque de este tipo desde que los talibanes tomaron el control del país el pasado 15 de agosto con la toma de la capital afgana, pese a los rigurosos controles de seguridad de los islamistas en toda la ciudad.

Este viernes, varios países, dieron por concluidas las operaciones de evacuación en Kabul, una situación que pone fin a las esperanzas de miles de personas que aspiran a dejar el país y que, en días precedentes han ido llegando entre el cansancio, el llanto y la esperanza a los aeropuertos de destinos más seguros.

Al de Dulles, a las afueras de Washington, llegaba ayer otro grupo de afganos. Los refugiados andan rápido por el aeropuerto mientras un funcionario del Departamento de Estado de EE UU les hace señas con los brazos para que se dirijan a uno de los autobuses que espera fuera de la terminal con la misión de trasladarles a un centro, donde podrán ducharse y descansar.

"Ahora que estoy aquí estoy bien. Fue difícil, muy difícil", cuenta a Efe Farah, que va segunda en la fila de refugiados que se dirige al autobús.

Ha conseguido traer consigo a su hermana y su hermano, a los que señala con el dedo y que justo van delante de ella. El hermano, con una túnica verde, se da la vuelta varias veces y le hace un gesto para que se apresure.

"Ahora que estoy aquí estoy bien. Fue difícil, muy difícil", cuenta Farah, que va segunda en la fila de refugiados que se dirige al autobús.

"Mis padres todavía están en Kabul. Estamos muy preocupados, no sabemos qué les puede pasar", confiesa.

La conversación se interrumpe cuando Farah se sube al autobús. El vehículo, sin embargo, no sale inmediatamente y espera hasta estar completamente lleno.

Cada cinco o diez minutos, se dirige a los autobuses un grupo nuevo de afganos: uno de ellos está liderado por un hombre en silla de ruedas, al que sigue una mujer con una niña tomada de la mano derecha y en la izquierda otro niño con una camiseta amarilla que se desplaza dando saltitos.

Otro de los grupos de afganos está integrado completamente por hombres, casi la mitad de ellos con muletas, y que niegan con la cabeza cuando algún periodista se les acerca.

La mayoría de las mujeres lleva la tradicional túnica negra, pero una de ellas viste de azul con un velo color mostaza. Apenas habla inglés, pero cuando Efe le pregunta cómo se siente, ella se baja la mascarilla y deja al descubierto una gran sonrisa: "Estoy feliz", proclama.

A otros, sin embargo, todavía les pesa el dolor y la angustia de los últimos días.

Soozan, de 22 años, explica a Efe que lleva la misma ropa desde hace una semana: el 18 de agosto, tres días después de que los talibanes tomaran Kabul, consiguió subirse a un avión junto a su marido y desde allí fueron hasta una base militar en Catar que estaba "llena de gente" y, luego, a otra en Alemania.

"Fue muy duro, no me gustó", dice con resignación, aunque se alegra de haber alcanzado Estados Unidos, debido al "terror" que le provocan los talibanes.

"A ellos -añade- no les gusta la gente. Si saben que has ido a la escuela o que has trabajado con los estadounidenses, entonces ya estás en riesgo".

Una vez que están repletos, los autobuses se dirigen a un centro de 9.000 metros cuadrados, donde suelen celebrarse convenciones de negocios, pero que ahora se ha transformado en un albergue temporal para los afganos.

Las instalaciones están rodeadas de una valla negra, lo que impide a la prensa ver cómo –uno tras otro– decenas de autobuses acceden a las instalaciones para dejar a los refugiados.

Desde ese centro de convenciones, los afganos se desplazarán a instalaciones militares de la región o de otras partes del país. Es para algunos un paso más en la travesía, después de Kabul, Catar y Alemania; pero para aquellos que tienen un permiso de residencia es el fin del viaje.

Ese es el caso de Fawad, quien, tras descansar unas horas en el centro de exposiciones, está ahora esperando un Uber para ir al aeropuerto y poder llegar a su casa en San Diego (California).

Soozan, de 22 años, explica que lleva la misma ropa desde hace una semana: el 18 de agosto, tres días después de que los talibanes tomaran Kabul, consiguió subirse a un avión junto a su marido

Explica a Efe que viajó a Afganistán hace algo más de un mes porque quería visitar a su familia. "No había visto a mi padre ni a mi madre en siete años y decidí ir a verles. Antes de ir, vi que no estaba pasando nada en Afganistán, pero luego era como el fin del mundo".

El vuelo en el que tenía previsto volver estaba programado para el 16 de agosto, pero fue cancelado porque justo un día antes los insurgentes habían entrado en Kabul después de tomar casi todas las provincias del país y obligar a huir al hasta entonces presidente afgano, Ashraf Ghani.

"Gracias a los militares que vinieron a Afganistán y me ayudaron. ¡Gracias a ellos estoy aquí!", exclama Fawad.

Sus padres y sus hermanos siguen en Afganistán y eso le provoca un "gran vacío" dentro. "Tengo que ver cómo puedo hacerlo, pero voy a traerles aquí conmigo", promete, hablándose casi a sí mismo.

Estados Unidos ha logrado sacar de Kabul a 82.300 personas en los últimos días, pero tiene previsto poner fin a sus labores de evacuación el 31 de agosto, lo que podría suponer el abandono de afganos que colaboraron con las tropas estadounidenses o que están en riesgo por los talibanes.

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