Descomunal despliegue de seguridad por la visita de Díaz-Canel a Guanabacoa

La Habana/A Miguel Díaz-Canel no le faltan ángeles de la guarda. Y no porque el mandatario –que se confía lo mismo al patriarca ruso Kirill que a un babalawo de Palmira– tenga fe en que lo cuidan en el más allá, sino por la cantidad de policías, guardaespaldas, tropas especiales y dirigentes nerviosos que su presencia genera. 

Con cada paso del mandatario, como este miércoles en Guanabacoa, una de las mecas de la santería cubana, “se manifiestan” decenas de personas cuyo único fin es que este hombre de 65 años no se cruce con nada ni nadie que pueda incordiar su “paseo” fuera de Palacio. 

En un despliegue que recuerda a los descritos por Kapuściński cuando hablaba de emperadores etíopes o jerarcas soviéticos, las calles de la localidad costera se limpiaron de todo elemento problemático –dígase vendedores informales, mendigos, deambulantes, menesterosos o “loquitos”– para que el presidente cumpliera a rajatabla su agenda. Vestido con una camisa azul celeste, sin sudar y amparado por su escolta, pudo regresar sin la menor incidencia. 

Este diario pudo seguirle el paso por Guanabacoa, pero solo hasta cierto punto. La densidad del dispositivo policial para “proteger” a Díaz-Canel va aumentando conforme la gente se acerca al perímetro por el que camina, y no es fácil esquivar la mirada de la Policía. Carros oficiales, patrullas, motos… agentes de todos los cuerpos de protección se interponen entre el lente de una cámara y la “figura”, que visitó este miércoles la sede del Partido y la fábrica de cajas de tabaco del lugar. 

Según la prensa oficial, la justificación del paseo es la “agenda de trabajo territorial” que el presidente tiene, en calidad de líder del Partido Comunista. Al menos por unas horas, Díaz-Canel vuelve a sus días de humilde dirigente local y se da un baño –con mesura– de pueblo. Hace chistes, sonríe, se interesa y deja que los dirigentes condesciendan a sus preguntas con un comentario: “Todo avanza”.  

En realidad, solo Díaz-Canel avanza y para ello Guanabacoa –o cualquier localidad cubana– tiene que prepararse bien. Los enormes vertederos, las calles con baches y sin señales, los barrios sumergidos en el apagón,la inseguridad que se multiplica cuando cae el sol, los “posesos” por el químico o los venduteros informales no se pueden borrar de un día para otro. 

O sí se puede, gracias a la Dirección de Seguridad Personal a la que tanto Díaz-Canel como Raúl y Fidel Castro, en su momento, agradecieron. Ellos –los guardaespaldas mejor entrenados del país, con una lealtad canina a los dirigentes del régimen– tienen a su cuidado no solo el bienestar físico del mandatario, sino también velar por que ningún “incómodo” perturbe su salud mental.