Lázaro Guerra Hernández, el hombre de los apagones

Rostros 2025

En un país donde este suministro se ha vuelto la medida diaria del ánimo colectivo, terminó por encarnar –sin proponérselo– la crónica viva del racionamiento

Ingeniero de profesión y formado en una cultura tecnocrática que apostaba por las grandes termoeléctricas del socialismo tardío, escaló posiciones hasta convertirse en director de Electricidad del Ministerio de Energía y Minas.
Ingeniero de profesión y formado en una cultura tecnocrática que apostaba por las grandes termoeléctricas del socialismo tardío, escaló posiciones hasta convertirse en director de Electricidad del Ministerio de Energía y Minas. / EFE
14ymedio

27 de diciembre 2025 - 06:56

La Habana/Durante años, Lázaro Guerra Hernández creyó que había estudiado para generar energía, para contribuir a que las luces de Cuba permanecieran encendidas. Pero 2025 lo colocó en un papel que difícilmente imaginó en las aulas: convertirse en el rostro de los apagones, el portavoz oficial de un sistema eléctrico nacional que se desmorona. En un país donde este suministro se ha vuelto la medida diaria del ánimo colectivo, Guerra terminó por encarnar –sin proponérselo– la crónica viva del racionamiento.

Ingeniero de profesión y formado en una cultura tecnocrática que apostaba por las grandes termoeléctricas del socialismo tardío, escaló posiciones hasta convertirse en director de Electricidad del Ministerio de Energía y Minas. Una biografía profesional ordenada, sólida, sin sobresaltos… hasta que la realidad energética del país lo arrojó al centro de una escena para la que ni siquiera los cuadros más disciplinados estaban preparados: dar todos los días las peores noticias posibles frente a millones de cubanos exhaustos.

Su salto definitivo al imaginario popular ocurrió en julio, cuando se desmayó en directo mientras ofrecía el parte de la jornada. El video se viralizó antes de que los camarógrafos terminaran de reaccionar. Los cubanos, con su humor intacto, incluso en la penuria, bautizaron el episodio como "una baja de voltaje". Pero otros fueron menos festivos: aquel desmayo evidenciaba el estrés extremo de un funcionario obligado a lidiar con un sistema que falla con más frecuencia de lo que él puede explicar.

Su salto definitivo al imaginario popular ocurrió en julio, cuando se desmayó en directo mientras ofrecía el parte de la jornada

Desde entonces, cada vez que aparece, los cubanos saben lo que viene: salidas imprevistas de la central Antonio Guiteras, roturas de calderas, "oscilaciones de frecuencia", "déficits de capacidad de generación", "averías en equipos auxiliares", mantenimientos que parecen eternos y partes que se repiten hasta perder el sentido. Guerra ha tenido que narrar, día tras día, la penumbra que se extiende por ciudades y pueblos de la Isla, donde hay hasta 20 horas consecutivas sin servicio eléctrico.

Más que ingeniero, Guerra se ha vuelto un intérprete del colapso; más que técnico, narrador obligado de la ineficiencia estatal. Cada cifra que pronuncia –los megawatts fuera de servicio, las unidades en mantenimiento, el déficit creciente– es recibida con maldiciones. Si la aparición diaria del parte meteorológico anuncia la probabilidad de chubascos, la suya anticipa apagones extensos para los que no hay paraguas ni previsión que valga.

Algunos cubanos miran a Guerra con compasión: lo consideran víctima de una estructura que lo empuja a justificar lo injustificable. Se ha vuelto un símbolo involuntario. Su rostro, serio y contenido, aparece en los televisores justo antes de que estos se apaguen. Es la antesala de la oscuridad.

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