En los bajos del mayor Supermercado en dólares de La Habana sobreviven cuatro niños de la calle
Pobreza
El problema “se ha extendido a varios puntos, donde niños piden dinero, incluso hasta altas horas de la noche”, admite el diputado Carlos Miguel Pérez Reyes
La Habana/“Por ahí anda la de Menores”, cuchichea temeroso uno de los cuatro niños que 14ymedio entrevistó este miércoles después de que fueron publicadas en las redes sociales unas fotos donde aparecen durmiendo sobre cartones en los bajos del Gran Muthu Habana. Este hotel de lujo colinda con el Supermercado en dólares de 3ra y 70, inaugurado a principios de este año en el barrio acomodado de Miramar.
Al preguntarles si duermen allí, dos responden que sí, que lo hacen “debajo de la escalera” y que no tienen padres u otros adultos que se hagan cargo de ellos.
¿Cómo se alimentan? Ellos contestan que “comen de las carretillas”. Señalan la puerta de salida del mercado, por donde salen las personas con los carritos hasta sus autos. Dependen de la caridad, de que los clientes les den algo de dinero o de sus compras.
La imagen de esos niños durmiendo sobre cartones, al pie de un hotel que ofrece paquetes turísticos de lujo, es una realidad que el discurso oficial siempre ha intentado negar. La crisis humanitaria de la Isla ya no se puede ocultar tras los carteles de “Somos felices aquí” o “Los niños son la esperanza del mundo”.
Los niños del Gran Mathu tienen miedo y cuando hablan de “la de Menores” se refieren a una trabajadora de las Escuelas de Formación Integral, o centros de conducta, que dependen del Ministerio del Interior. En Cuba existen 12 de estas instituciones, cada una con cerca de 200 infantes residentes, como promedio.
Hasta ahora, del lado oficialista, solo el empresario Carlos Miguel Pérez Reyes, diputado al Parlamento por el municipio Playa, ha reaccionado a la denuncia. “El Consejo de Atención a Menores del Ministerio del Interior es la instancia responsable de estos casos y existen numerosas denuncias y expedientes, al menos eso me confirmó vecinos de la zona, aunque aún debo revisar este asunto en detalle con la institución. Las autoridades municipales confirman que se trata de un problema recurrente que exige una respuesta integral”, afirmó el también presidente de la mipyme Dofleini Software.
El diputado también reconoció que el problema “se ha extendido a varios puntos, donde niños piden dinero a diario, incluso hasta altas horas de la noche”. Llamó a las instituciones a “ brindar un tratamiento integral a la situación”, ya que “denunciar y recoger a los menores no resuelve, por sí solo, la raíz del fenómeno”.
La publicación original generó una ola de comentarios entre los internautas. Algunos alertaron también sobre los riesgos que enfrentan estos menores: violencia, abuso sexual, explotación, trata y criminalización. “Están completamente expuestos. No hay adulto responsable, no hay autoridades que se ocupen. Son presa fácil de cualquier explotación”, advirtió una usuaria que aseguró haber visto también a los niños en la zona.
En julio de 2025, la entonces ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, fue destituida luego de declarar en televisión que “en Cuba no hay mendigos”, una frase que provocó indignación dentro y fuera del país. La afirmación, percibida como una negación descarada de la realidad, dejó al descubierto la estrategia oficial de invisibilizar la pobreza en lugar de enfrentarla.
La presencia de personas en situación de calle tampoco es nueva ni es exclusiva de La Habana. En los últimos años, el deterioro económico ha empujado a familias enteras a vivir en espacios públicos. A la falta de vivienda se suman la inflación, la escasez de alimentos y el colapso de los sistemas de atención social. Según organizaciones independientes, cada vez hay más menores en las calles, muchos de ellos huérfanos, hijos de padres emigrados, bajo la tutela de ancianos enfermos o procedentes de hogares desestructurados.
También se hace cada vez más frecuente el trabajo infantil en Cuba. Negado o minimizado oficialmente, este fenómeno se ha convertido en una realidad palpable, impulsada por la crisis económica, la informalidad y las carencias sociales.En Las Tunas, por ejemplo, niños y adolescentes venden dulces, comida o artículos varios en las calles, algo que incluso la prensa oficialista local se vio obligada a reconocer.
Aunque el Estado cuenta con normas legales que prohíben el empleo infantil –y permite algunas excepciones reguladas–, en la práctica esas reglas se estrellan contra la falta de protección, la pobreza extrema y la omisión institucional. Este contraste brutal entre la letra de las leyes y la vida diaria de cientos de niños pone en evidencia que más que una anomalía, la mendicidad infantil en Cuba es ya es un hecho comprobado y que se extiende.