De donde crían la claria

Las décimas de esta semana, dedicadas a la "nueva solución" contra el hambre que propone el régimen cubano

Rápida como un reflejo,/la claria sale a la calle,/merodea por el valle,/¡y hasta se come un cangrejo! (Captura)
Rápida como un reflejo,/la claria sale a la calle,/merodea por el valle,/¡y hasta se come un cangrejo! (Captura)
Alexis Romay

27 de julio 2023 - 22:38

Nueva Jersey/Yo soy un hombre sincero

de donde crían la claria,

de esa tierra solidaria,

de ese pueblo prisionero

del que hizo un estercolero

el régimen imperante.

Soy de esa nación distante,

de la que un día escapé,

para beberme un café

sin sabor a Comandante.

Yo sé de un pesar profundo,

sé de una infamia sin nombre,

sé que –por más que te asombre–

ese régimen inmundo

no descansa ni un segundo

en su insulto al personal

que detesta al General:

"Cría la claria en el llano",

le dice al pueblo cubano

el del cuerpo de tamal.

Temblé una vez en la reja

cuando por fin vi la claria.

(Nada de Reforma Agraria,

¡que esto fue en la Habana Vieja!).

Hoy la juventud se queja

y se queja el pueblo entero,

porque Cuba es un chiquero,

una pocilga infinita

que el régimen sibarita

fustiga de enero a enero.

Yo vengo de todas partes...

Bueno, vengo de La Habana,

donde el régimen se ufana

de Castro y sus malas artes.

Hoy crían clarias, bocartes...

en el Cerro, en El Vedado.

Pues para comer pescado

en la nación de la espera

hay que criarlo en la bañera,

porque el hambre lo ha dictado.

Yo sé los nombres extraños

de Yunior y Yusimí.

También sé que en Canasí

crían clarias en los baños.

Sé que duelen los engaños

del régimen despiadado.

Sé que en Cuba no hay pescado,

y es por culpa de Fidel.

Y sé que Díaz-Canel

ordena el terror de Estado.

Alas nacer vi en los hombros

de esperanzados balseros,

esos cubanos sinceros

que huían de los escombros

del país de los asombros

–¡los asombros y el terror!–,

en busca de algo mejor:

no volver a comer claria

en esa tierra incendiaria

en donde muere la flor.

Rápida como un reflejo,

la claria sale a la calle,

merodea por el valle,

¡y hasta se come un cangrejo!

Mal rayo parta al pendejo

que se enfrasque en celebrar

a esa junta militar

que impone el terror de Estado

y le raciona el pescado

a una isla anclada en el mar.

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