Oscar Pérez-Oliva Fraga, el poder del linaje de los Castro

Rostros 2025

Pero en un país donde los apellidos son llaves maestras, bastó que fuera sobrino nieto de Fidel y Raúl Castro para que su ascenso dejara de parecer casual

El ascenso de Oscar Pérez-Oliva Fraga ha despertado suspicacias dentro y fuera del régimen.
El ascenso de Oscar Pérez-Oliva Fraga ha despertado suspicacias dentro y fuera del régimen. / Cubadebate
14ymedio

30 de diciembre 2025 - 05:16

La Habana/Hace apenas unos meses, Oscar Pérez-Oliva Fraga no aparecía ni en la foto del poder cubano. Para la mayoría de los ciudadanos, su nombre no decía nada; para otros, evocaba apenas un parentesco lejano con el castrismo histórico. Pero en un país donde los apellidos son llaves maestras, bastó que fuera sobrino nieto de Fidel y Raúl Castro para que su ascenso dejara de parecer casual y se convirtiera en un fenómeno político: meteórico, calculado y profundamente hereditario.

La aparición fulgurante en la escena pública de este ingeniero electrónico, de 54 años, llegó con su designación como viceprimer ministro, un cargo reservado solo para quienes el Partido Comunista considera confiables, dúctiles y capaces de sostener el edificio ideológico sin abrir demasiadas ventanas. Más allá de sus méritos profesionales –poco conocidos, poco publicitados y apenas descritos en los medios oficiales–, su llegada a la segunda línea del Ejecutivo confirmó lo que tantos cubanos comentan en voz baja: en la Isla, la movilidad política no se gana, se hereda.

De formación técnica, de discurso rígido pero sin estridencias, Pérez-Oliva Fraga ha encontrado su gran escenario en un año marcado por la crisis económica

Hombre relativamente joven, de formación técnica, de discurso rígido pero sin estridencias, Pérez-Oliva Fraga ha encontrado su gran escenario en un año marcado por la crisis económica, el descrédito internacional y el desplome del aparato productivo. Como parte de la nueva hornada de dirigentes, su misión consiste en parecer renovación sin ser ruptura, y exhibir eficiencia sin cuestionar los dogmas que impiden cualquier eficacia real. Su papel en 2025, sin embargo, ha tenido un momento cumbre: su discurso inaugural en la Feria Internacional de La Habana (Fihav), uno de los escaparates más relevantes para un Gobierno desesperado por atraer inversión extranjera a un país donde pocos se atreven a arriesgar capital.

Aquel día, ante representantes de más de 60 países, Pérez-Oliva ensayó un tono tecnocrático que recuerda a los manuales de gestión empresarial, aunque con la rigidez característica del discurso revolucionario. Habló de "confianza", de "oportunidades", de "clima propicio" para los negocios. Un léxico que, contrastado con el apagón energético, la inflación y el desabastecimiento generalizado que vive el país, resultaba surreal. La Fihav fue, para él, una prueba de fuego: frente al mundo empresarial, debía mostrar algo parecido a un liderazgo moderno y confiable. Frente a la cúpula partidista, demostrar obediencia.

Su ascenso también ha despertado suspicacias dentro y fuera del régimen

Pero su ascenso también ha despertado suspicacias dentro y fuera del régimen. No son pocos los que han incluido su nombre en las quinielas de "presidenciables", una palabra que en Cuba no describe tanto un futuro electoral como la posibilidad de ser ungido por la familia gobernante y su círculo más estrecho. La imagen de un joven Castro al frente del país entusiasma a quienes quieren continuidad absoluta y alarma a quienes temen un reciclaje generacional sin reformas reales. En cualquier otro lugar, su cargo sería una responsabilidad técnica; en Cuba, es un movimiento en el tablero dinástico.

A diferencia de otros cuadros recién ascendidos, Pérez-Oliva Fraga ha debutado con una agenda pública nutrida: reuniones con empresarios, intervenciones televisadas, visitas a obras y encuentros sectoriales. Todo bajo la narrativa de un gestor pragmático y moderno, aunque sin desviarse un milímetro del guion ideológico. Su futuro político dependerá menos de sus capacidades que de la lectura que haga la cúpula sobre su utilidad. Para unos, representa la "continuidad biológica" que el castrismo necesita. Para otros, un intento de refrescar la fachada sin tocar los cimientos. La única condición que le quedaba para poder sentarse en la silla presidencial en 2028, cuando Díaz-Canel termine su segundo mandato, era ser diputado a la Asamblea Nacional. Este diciembre ha sido nombrado parlamentario.

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