Las muertes que marcaron 2025
Especiales
Un recorrido por las despedidas más significativas del año
La Habana/A lo largo de 2025 se sucedieron numerosas despedidas. Los obituarios publicados, durante estos 12 meses, en 14ymedio, no han sido solo un registro del final de esas vidas, sino también una manera de poner en contexto el legado que dejaron. Vale la pena hacer ahora un recuento de esos adioses, incluyendo a los cubanos que se fueron –los más cercanos, los que tocan directamente la piel del país– y a figuras internacionales cuya desaparición también dejó huella en el debate público.
La muerte en un accidente de tránsito de Paulito FG marcó uno de los momentos más impactantes del año. Ídolo de la música popular bailable, su figura sintetizó el tránsito de la timba a los grandes escenarios, unido a una gran capacidad profesional para mantenerse, por décadas, en contacto con el público. Junto a él, la partida de Edesio Alejandro cerró una etapa fundamental de la música para cine y teatro en Cuba: compositor inquieto, experimental, capaz de romper moldes en un panorama cultural cada vez más estrecho.
En la actuación y el audiovisual, Mario Limonta y Luis Alberto Ramírez representaron generaciones distintas, pero igualmente reconocibles para el espectador cubano. Ramírez, además, se sumó a la dolorosa lista de fallecidos por los virus que circulan en la Isla, una señal de alarma sanitaria que atravesó 2025 y dejó varias víctimas en el mundo cultural. A esa misma causa se asoció la muerte de José Antonio Chávez, recordado por su impresionante trabajo en el ballet de Camagüey.
2025 fue el año en que estas muertes obligaron a mirar atrás, a medir trayectorias y a preguntarse qué queda cuando se apagan las voces
El teatro y el cine perdieron también a Manuel Marzel, cineasta discreto pero constante, y la televisión se despidió de Aris Teresa Bruzos, la entrañable Evarista de Vivir del cuento, cuya popularidad la convirtió en parte de la vida cotidiana de millones de cubanos.
En el campo de las artes visuales, la muerte en Madrid de Waldo Balart cerró el ciclo de uno de los artistas abstractos más relevantes de la Isla y el mundo, vinculado al estilo cinético y al rigor conceptual. También se fue Zenaida Armenteros, figura esencial de la cultura afrocubana, cuya labor como investigadora y promotora dejó una impronta significativa en la preservación de tradiciones.
La desaparición de Eduardo Torres Cuevas, historiador y ensayista, significó la pérdida de una de las voces más influyentes del pensamiento cultural oficial. Su obra ayudó a construir el relato histórico de la Revolución y su muerte reabrió debates sobre la memoria y el poder.
El periodismo independiente y la oposición cubana también perdieron referentes clave. Manuel Ballagas, cronista incómodo y exiliado, dejó una obra marcada por la denuncia y el análisis crítico del sistema. Wilfredo Vallín, abogado y defensor de derechos humanos, fue una figura central en la creación de espacios cívicos fuera del control estatal, mientras que la partida del reportero Juan González Febles obligó a repensar el periodismo independiente.
En el exilio, murieron Yndamiro Restano, pionero del pensamiento opositor, y Luis Conte Agüero, voz emblemática, por décadas, de la política y la radio cubana. A ellos se suma Salvador Lemis, dramaturgo y promotor cultural, cuya obra estuvo atravesada por la tensión entre el absurdo, la metáfora social y la exploración de la identidad
Entre las figuras vinculadas directamente al poder, la muerte de Ricardo Cabrisas cerró el capítulo de uno de los hombres que durante décadas "tranquilizaba" a inversionistas y negociadores extranjeros, rostro tecnocrático de un sistema en crisis. También falleció Osmany Cienfuegos, hermano del comandante Camilo, cuya vida transcurrió entre cargos oficiales y un progresivo alejamiento del centro del poder.
El año también estuvo marcado por la muerte del papa Francisco
En el exilio, la muerte de Lincoln Díaz-Balart recordó el peso de la diáspora en la política estadounidense y el papel de los congresistas cubanoamericanos en la agenda de Washington hacia La Habana. Por su parte, el pintor Humberto Calzada dejó una obra reconocible por su arquitectura silenciosa y sus interiores detenidos en el tiempo, donde la ausencia humana se convierte en protagonista. El artista construyó, desde la quietud y el rigor formal, una de las poéticas visuales más sólidas del arte cubano contemporáneo.
El año también estuvo marcado por la muerte del papa Francisco, una figura que, con gestos y palabras, influyó en la relación entre Cuba y el Vaticano y profundizó una ruta de acercamiento al régimen castrista. También se fue Mario Vargas Llosa, novelista y ensayista imprescindible, cuyas ideas y polémicas resonaron durante décadas en América Latina, prohibido por décadas en las editoriales oficiales y en los homenajes públicos en la Isla, aunque por primera vez, hace apenas unos días, el Ateneo de La Habana organizó una conversación literaria sobre el peruano con la participación de Leonardo Padura.
El mundo del cine y la moda perdió a nombres de alcance global: Robert Redford, actor y director; Claudia Cardinale, ícono del cine europeo; Diane Keaton, referente de varias generaciones; y Giorgio Armani, creador de una estética que trascendió las pasarelas. En la música, la muerte de Ozzy Osbourne puso punto final a la historia de una de las figuras más extremas del rock.
Desde la ciencia y el activismo ambiental, Jane Goodall dejó un legado de investigación y defensa de la naturaleza que trascendió disciplinas. En la política latinoamericana, la partida de Violeta Barrios de Chamorro y de Pepe Mujica recordó dos maneras muy distintas de ejercer el poder, ambas influyentes en la región.
De manera que 2025 fue el año en que estas muertes obligaron a mirar atrás, a medir trayectorias y a preguntarse qué queda cuando se apagan las voces. En ese ejercicio de memoria, este diario acompañó muchas despedidas, convencido de que recordar es también una forma de narrar el presente.